La política macroprundencial

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La crisis económica actual cuenta desde su origen y en su desarrollo con un fuerte componente financiero. En opinión de algunos autores, la Gran Recesión ha mostrado la necesidad de incorporar explícitamente a la política económica de regulación financiera las consecuencias macroeconómicas que la materialización de los riesgos financieros puede ocasionar. Necesidad que implica la incorporación de la política macroprudencial, una nueva línea de actuación, al arsenal de la política económica.

Es cierto que no todos los autores son unánimes en este sentido, para algunos entre ellos, bastaría con mejorar la regulación y la supervisión financiera tradicional, y no sería necesario diseñar nuevas instituciones de política económica. Para otros, bien la regulación tradicional sería insuficiente, o bien el propio diseño de las políticas públicas en la esfera económica recomendaría una nueva generación de políticas económicas. Sería necesario llenar un vacío entre el ejercicio de la regulación prudencial tradicional (microprudencial) y el de la política monetaria (1).

La regulación y la supervisión financieras forman parte de las políticas microeconómicas y se las denomina, en ocasiones, política microprudencial. En particular, esta política trata del diseño de determinados mercados financieros y monetarios y del comportamiento de los agentes e instituciones financieras que en ellos intervienen. En cambio, muchas de las consecuencias del funcionamiento de estos mercados y comportamiento de sus agentes rebasan la estricta esfera del propio mercado (microeconómica) y cuentan con una dimensión macroeconómica. Por ellos, la política macroprudencial consiste pues en una articulación de la macropolítica y la micropolítica económicas.

El objetivo específico es limitar las consecuencias negativas que, a nivel macroeconómica, puede comportar la materialización de los riesgos microeconómicos. En esencia, es un ejercicio de regulación macropurdencial destinado a prevenir la acumulación y materialización de los riesgos que afectan al sistema financiero en su conjunto y, de este modo ayudar a preservar la estabilidad financiera. Este punto parece básico para prevenir crisis económicas o, al menos, para reducir la intensidad y duración de las crisis económicas como la Gran Recesión.

En los años setenta, se inició el debate acerca de la necesidad de garantizar, de la mano de las políticas macroeconómica, la estabilidad financiera. Pero, ha sido sobre todo a raíz de la Gran Depresión cuando se ha hecho más notoria la necesidad de contar con una efectiva regulación macropudencial; una regulación capaz de responder con eficacia a los cambios experimentados en y por los sistemas financieros.

El nuevo contexto financiero ha conducido a un aumento del incremento del riesgo sistémico. Las causas de éste suelen atribuirse a:

  • Aumento del tamaño individual y colectivo de las instituciones financieras
  • La mayor dimensión de los propios sistemas financieros
  • La internacionalización financiera y la integración de los mercados y actores financieros. Un proceso que podemos denominar como mundialización
  • La mayor complejidad de algunos activos financieros y de las propias transacciones financieras. Una parte de la complejidad está motivada en la opacidad que las innovaciones financieras han podido generar.

No obstante, existen fuentes de riesgo financiero sistémico que se emplazan fuera de los propios mercados financieros. Este sería el caso de los desequilibrios globales y la naturaleza de los flujos brutos.

El conjunto de causas antes enumeradas contribuyen a la formación de riesgos sistémicos. Estos pueden ser interpretados como la instabilidad del sistema financiero cuyo origen puede ser variado. En muchos casos, se teme que las dificultades de una entidad desencadene una cascada de caídas de otras entidades que provoquen un hundimiento de uno o varios mercados financieros que, finalmente, arrastrará a la economía nacional e internacional.

Sin embargo, el riesgo sistémico no es el riesgo del mercado. Una diversificación de la cartera puede contribuir a reducir este último tipo de riesgo. Pero, se considera que poco puede hacer frente al riesgo sistémico. El carácter sistémico de los riesgos aparecen cuando los desequilibrios financieros o del sistema financiero afecta de manera significativa a la actividad económica.

La política macroprudencial asume un rasgo de prevención de los riesgos con el fin de evitar las consecuencias negativas de los mismos. Se trata de prevenir el surgimiento de desequilibrios financieros, de fenómenos procíclicos o de otros riesgos sistemáticos limitando, por una parte, el excesivo crecimiento crédito y del endeudamiento de los agentes económicos y, por otra, aumentando la capacidad de absorción de las consecuencias de los mismos de las instituciones y mercados financieros. No son tanto una línea de actuación orienta a gestionar las crisis financieras, sino ante todo, pretende evitarlas o minimizar las consecuencias de las mismas.

En opinión de Christian Noyer, Gobernador del Banco de Francia, la eficacia de la política macroprudencial depende de los elementos (2):

  • la gobernanza de la política,
  • la identificación de los fallos de mercado causantes de los riesgos sistémicos
  • la identificación e implementación de los instrumentos capaces de corregir dichos riesgos
  • la comprensión de los mecanismos de transmisión e interacción entre la política macroprundencial y las restantes políticas públicas en materia económica, especialmente las políticas monetaria, presupuestaria y microprudencial.
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