Artículo publicado en Suite101.net el 05/06/2011
A tenor de la situación fiscal y monetaria de EEUU, parece desprenderse que las posibilidades de una política macroeconómica expansiva son mínimas.
Recientemente, Timothy Geithner, el secretario de Estado del Tesoro de Obama, reconoció que durante el primer semestre de 2011 la economía de Estados Unidos tuvo un crecimiento cercano al 2%. Una tasa inferior a la que habían pronosticado los analistas.
Las dificultades de la política fiscal
El 24 de junio, en el Dartmouth College de Hanover, New Hampshire, Timothy Geithner también reconoció las dificultades que tendrán los Estados Unidos para utilizar la política fiscal como instrumento para relanzar la económica del país. El alto nivel del déficit y de la deuda públicos dificulta las posibilidades de llevar a cabo una política fiscal expansiva. Para el Secretario del Tesoro, el margen de maniobra para tal política fiscal depende del peso global de la deuda pública.
Unas declaraciones que tienen como telón de fondo las disputas entre los congresista a favor o en contra de reducir el déficit público. Un enfrentamiento cuyos contrincantes no se dividen en términos de pertenencia partidista. En el bando de quienes abogan por una significativa reducción del déficit se encuentran tanto republicanos como demócratas.
Durante su conferencia en la Universidad de Dartmouth, el Secretario del Tesoro estadounidense afirmó que “el objetivo fundamental es adaptar el nivel de vida del país a sus verdaderas posibilidades económicas”. Lo cual significa, en sus propias palabras, reducir el déficit público del actual nivel del 10% del PIB hasta un 3%, un nivel éste de referencia que debería mantenerse a medio plazo. Con lo cual es difícil esperar que el presupuesto federal contribuya a la expansión económica.
El déficit y el carácter de la política macroeconómica
En macroeconomía, el déficit público suele ser un cómodo indicador del papel de la política fiscal como mecanismo de estabilización. Un aumento del gasto público o una reducción de impuestos contribuyen a elevar el PIB, mientras una reducción del primero y un aumento de los segundos conducen a un menor crecimiento económico.
Generalmente, las políticas de estabilización que llevan a cabo los Estados son una combinación de políticas fiscales y de políticas monetarias. A tenor de las declaración del responsable del Tesoro, las autoridades federales estadounidenses estarían reconociendo que el margen de maniobra de la política presupuestaria es estrecho o que, incluso, puede darse la circunstancia que el presupuesto merme el crecimiento de su economía.
Este reconocimiento debería preocupar a los estadounidenses y de paso a los ciudadanos de otros países, dado el carácter de los Estados Unidos de primera economía mundial. Aunque también habrá quien se sienta reconfortado con el pensamiento de que todavía queda la política monetaria para tratar de llevar a cabo una gestión del ciclo económico.
Los límites de la política monetaria
Pero la política monetaria no es infalible. Si es razonable pensar que la política fiscal tiene límites, por ejemplo, existe un techo a la recaudación de impuestos; también es lógico pensar lo mismo de la política monetaria. Pero esta vez en términos de suelo. Simple y llanamente la Reserva Federal no puede fijar un tipo de interés nominal por debajo de cero.
La actual estrategia de la Reserva Federal es mantener de modo prolongado los tipos de interés dentro de un rango entre el 0% y 0,25%. En consecuencia, el margen de maniobra para operar reducciones en los tipos de interés nominales es muy limitado, cuando no inexistente.
También en cierto que alguien puede decir que quedan, no obstante, los tipos de interés reales.
Tipos de interés e inflación
Los tipos de interés reales resultan de la diferencia entre los tipos nominales y la inflación. En este caso, cabría la posibilidad de que el aumento de los precios redujese el coste del dinero y, con ello, favoreciese una recuperación de la demanda de consumo e inversión.
Sin embargo, existen varios inconvenientes que llevan a pensar que es difícil que esa posibilidad se materialice, al menos con la magnitud que sería necesaria para favorecer la recuperación.
En primer lugar, la economía estadounidense es una economía endeudada y las consecuencias de una caída en el tipo de interés real sobre el crecimiento económico están condicionadas por el grado de endeudamiento. Es cierto que tendría un efecto favorable sobre el mismo.
En segundo lugar, el desempleo estadounidense no acaba de reducirse significativamente. El nivel de paro del 9,1%, tampoco contribuye a animar las expectativas a favor de un mayor consumo y una demanda de crédito.
Cabe pues la posibilidad de vivir una especie de trampa de la liquidez. Una situación en la que la caída de los tipos de interés no se traslade a una mayor demanda de consumo y de inversión.
En definitiva, parece ser que las preocupaciones macroeconómicas no están únicamente en esta parte del Atlántico. Eso sí de cumplirse estos pronósticos, el Tesoro de Estados Unidos se vería beneficiado por una caída de la carga real de la deuda gracias a la disminución del tipo de interés real.